viernes, noviembre 14, 2008

Tengo un día malo, terrible, necesito gritar y ni el grito sale.
Se me queda atorado en la garganta el grito, seco.
Ni lágrimas me salen. Siento el pecho desgarrarse por dentro, amasijarse, abrirse.
No he sido una buena persona en muchos aspectos, pero tampoco he sido una mala persona.
Y he podido dar afecto, cariño y cuidados a raudales. Y también he dado males, quién no.
No entiendo, juro que no entiendo por qué estoy atravesando esto.
No comprendo que alguien tenga la necesidad de provocar tanto dolor, habiendo pasado años de no existir nada entre ambos.
Ya tiene una nueva vida, una persona que le quiere, ¿por qué lastimarme de semejante modo? ¿qué necesidad había?
¿era imprescindible? ¿para qué, yo no dejo de preguntarme, para qué?
Yo hubiera podido vivir en la mejor de las ignorancias, y ojos que no ven, corazón que no siente, y listo.
Pero ahora sé, y me parte al medio saber.
Sé que mi madre me ha signado a pasar por todo esto, y yo no logro salir.
Que no puedo mandar a la mierda a quien corresponda, que me sorprende el dolor y me inmoviliza, y me callo.
Necesito desesperadamente salir de esto.
No aguanto más. No aguanto más. No aguanto más.
No lo soporto más.
Y que tampoco es merecido que el dolor lo reciba quien no lo merece recibir, porque en sí, nada malo hizo.
Pero estoy muriéndome de dolor, acá adentro, en el pecho.
Que injusto.
Que hijadeputamente injusto.